Aprender a aprender

miércoles, 3 de mayo de 2017

BOSCO-CONSEJO MES DE MAYO

Educar en la alegría

Por Pepa Horno
alegria copia
La alegría se elige, se cultiva y se educa. No es un estado, es una emoción. No es la
felicidad, que de existir, sería una meta en el camino. Es el motor de ese caminar. La
alegría energiza a las personas, las lleva a actuar, a crear, a buscar y a jugar. Es el
motor del alma.
Pero la alegría es, además, una emoción protectora. Impulsa al ser humano a la
entrega y al vínculo. Es uno de los pilares de la intimidad en las relaciones afectivas
y se favorece aún más en las situaciones grupales, es clave para la conexión y del
encuentro. Sin olvidar de una de sus mejores virtudes: es contagiosa.
Por todo ello, la cotidianidad de las familias, las escuelas y los centros debería
estar inundada de esta emoción. Y no sólo porque surja, o por el carácter de las
personas que allí convivan, sino como una opción consciente y elegida por familias y
educadores.
Si los niños y niñas ríen cada día serán más fuertes y más capaces de protegerse,
clave de la inteligencia somato sensorial. No temerán entregarse, clave para la
construcción de vínculos afectivos positivos. Y se sentirán motivados y abiertos a
aprender, clave para el desarrollo cognitivo.

¿Cómo llevar esa opción por la alegría a nuestra cotidianidad? Creando momentos
para el gozo y el placer cotidianos: un abrazo, masaje, cuento, guiño, juego… Eligiendo
el vaso medio lleno, que existe igual que el medio vacío, y enseñando a los niños y
niñas a ver siempre los aspectos positivos de cada vivencia. Así fortalecemos sus
capacidades de resiliencia, las que les permitirán resistir y rehacerse del daño y el dolor
que seguro habrán de afrontar. Y llevando la atención a los detalles pequeños, para
centrarse en la vivencia del aquí y el ahora.
La alegría es real. Pero hay que elegirla. Y hacerlo con consciencia.


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